La noticia llamó poderosamente mi atención: Una profesora de secundaria llamada Nadia denunciaba públicamente que se le obliga a a dar clases de francés teniendo un desconocimiento absoluto del idioma en cuestión. Como resulta increíble y para que vean que no miento, por si no conocen la noticia aquí dejo el enlace: "Doy francés pero no lo hablo" El motivo es que el el instituto donde trabaja sufre recortes presupuestarios que impiden la contratación de profesores de apoyo. La vorágine y la fiebre recortadora, junto a la innata estupidez de nuestros gestores, nos lleva a esperpentos más propios de una película de Mr Bean, que de un país medianamente cuerdo.
Los años te hacen desconfiar de lo "aparente", de lo que machaconamente insertan como mensaje decodificado, filtrado y edulcorado en tu cerebro. Cuando a una profesora se le obliga a impartir clases de francés sin saber ni siquiera de qué manera se pronuncian los números del uno al diez en el idioma galo, no es por problemas de presupuesto, si no por que aprovechando el "ruido del carro" que transporta la crisis se pretende reducir y devaluar la educación pública a la categoría de chiste de mal gusto, con la perversa intención de convertirla en una especie de educación "asistencial" y simbólica. Así de paso se fortalece y potencia la oferta privada, mientras la concertada, dotada de amplios y generosos fondos del estado, se comporta y funciona en la práctica como un auténtico consorcio privado que selecciona alumnos a su criterio y contrata de forma precaria profesores con controles selectivos más que discutibles. El objeto, repito, es darle a la escuela pública el definitivo "tiro de gracia" para abrir nuevas betas de oro en el negocio de la educación privada.
Si a la diversidad de criterios educativos existente entre comunidades, le añadimos los recortes presupuestarios generalizados, la educación se convertirá en un elemento residual , donde solo los que tengan posibilidades económicas podrán garantizarse una educación de calidad.
Hay dos grandes pilares en los que se sustenta una sociedad moderna y democrática: la educación y la sanidad. Ambas deberían de ser patrimonio exclusivo de lo público. En el caso de la educación, es esencial que ésta sea gratuita y unificada desde la escuela primaria hasta la universidad. Solo así se garantiza la igualdad, convirtiendo la educación en un bien de todos y para todos de forma obligatoria, permanente, gratuita y, ya que estamos, laica. Evitaremos así que las escuelas sean fábricas de zoquetes. Esperpentos como el que hemos relatado: profesores a los que se les obliga a dar materias que desconocen, muestran que estamos cruzando la línea que marca la zona de peligro.
Mi apoyo y mi ánimo a Nadia por su coraje, valentía y sinceridad y mi repulsa a los cretinos que han propiciado que lleguemos a semejante disparate e ignominia.