El hormigueo en el estómago estaba justificado. Era el síntoma que nos indicaba lo que temíamos, pero también, sobre lo que nos resistíamos a pensar: que pudieran tener tamaña osadía. Uno no se podía imaginar que la Sala del Tribunal Supremo, por unanimidad -para que no haya dudas-, dictara una sentencia en contra del juez que ha querido investigar la mayor trama de corrupción política de nuestro país, condenándolo por una "cuestión de formas". Por las mismas formas que han empleado otros jueces, resolviendo el caso simplemente no admitiendo las pruebas a trámite. El hormigueo anunciaba la consumación del esperpento. El mensaje es directo, fulminante, absoluto, letal: no se puede investigar la corrupción del PP, y quien ose a ello, que se atenga a las consecuencias. La indignación y la rabia pública aumentan de peso cuando en paralelo tenemos a todo un presidente de la Comunidad Valenciana brindando impunemente con champán, después de oír todo el mundo las conversaciones telefónicas de éste con su "amiguito del alma" que demuestran algo más que su "inocencia". Como decíamos en una entrada anterior, en España vale todo menos investigar al PP y a los "crímenes del franquismo". Los dos monotemas intocables. Los dos ámbitos de incomparecencia suprema. Puestos en ésta dinámica, veremos qué ocurre con la corrupción del entorno de la Corona. Posiblemente el Rey exija también un trato de "justicia bien entendida" para su familia -ya han abierto expediente al juez José Castro, también por una "cuestión de formas"- Curiosamente en estos momentos en los que el Rey está en entredicho, no solo por la imputación de parte de su familia, si no también por la publicación de las memorias del embajador alemán en España, Lothar Lahn, durante los hechos del golpe de estado del 23F, en las que, según conversaciones de éste con el monarca, contrariamente a condenar abiertamente el Rey a los golpistas, los "justifica y disculpa". Con ello, por si había alguna duda, la corona también se pone en la sintonía jurídica del PP y del Supremo, por una cuestión de particulares "formas" de pensamiento.
Ya han corrido veloces los que desde el gobierno y desde el PP aprueban la sentencia con el cínico eufemismo de: "yo acato las decisiones de la justicia". Cómo no. Faltaría más. Al fin y al cabo "su justicia" les ha extirpado el molesto furúnculo de sus traseros. Yo, que quede constancia, ni la comparto, ni la respeto. Pues lo contrario sería respetar la injusticia, el abuso, el atropello y la alcaldada, no solo hacia juez inhabilitado, si no hacia todos los demócratas de convicción.
Al menos la condena al juez Garzón ha servido para poner todavía más de manifiesto una cosa: que la independencia judicial es el gran anatema, de la -cada vez más floja- democracia española. Nubes negras despuntan al alba del derecho.
Dejo a continuación la estremecedora "carta abierta" de María, la hija del juez Garzón, después de conocerse la condena a su padre:
Dejo a continuación la estremecedora "carta abierta" de María, la hija del juez Garzón, después de conocerse la condena a su padre:
CARTA ABIERTA DE MARÍA GARZÓN:
"Esta carta está dirigida a todos aquellos que hoy brindarán con champán por la inhabilitación de Baltasar Garzón."
A ustedes, que durante años han vertido insultos y mentiras; a ustedes, que por fin hoy han alcanzado su meta, conseguido su trofeo.
A todos ustedes les diré que jamás nos harán bajar la cabeza, que nunca derramaremos una sola lágrima por su culpa. No les daremos ese gusto.
Nos han tocado, pero no hundido; y lejos de hacernos perder la fe en esta sociedad nos han dado más fuerza para seguir luchando por un mundo en el que la Justicia sea auténtica, sin sectarismos, sin estar guiada por envidias; por acuerdos de pasillo.
Una Justicia que respeta a las víctimas, que aplica la ley sin miedo a las represalias. Una Justicia de verdad, en la que me han enseñado a creer desde que nací y que deseo que mi hija, que hoy corretea ajena a todo, conozca y aprenda a querer, a pesar de que ahora haya sido mermada. Un paso atrás que ustedes achacan a Baltasar pero que no es más que el reflejo de su propia condición.
Pero sobre todo, les deseo que este golpe, que ustedes han voceado desde hace años, no se vuelva en contra de nuestra sociedad, por las graves consecuencias que la jurisprudencia sembrada pueda tener.
Ustedes hoy brindarán con champán, pero nosotros lo haremos juntos, cada noche, porque sabemos que mi padre es inocente y que nuestra conciencia SÍ está tranquila.
Madríd, 9 de febrero de 2012
María Garzón Molina
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