Viñeta de Vergara
Ya sabemos lo que ha dado de sí el debate sobre el estado de la nación. Aparentemente Rajoy, que iba
de víctima,
salió mas
o menos airoso, basándose en dos premisas básicas. Una aguantar la presión y callar la verdad sobre el caso Bárcenas. Nombre, que no salió de su boca en todo el debate
y que, cual sombra chinesca, se movía por el Congreso señalando con el dedo índice de su mano ensobradora a Rajoy y a la tribuna de la
parte derecha del hemiciclo, mientras los diputados peperos, con su presidente a la cabeza, se ponían de un perfil
apapamoscado.
De otro lado, en lo
económico, el presidente nos dibujó una España -se supone que
la de arriba- con unas cifras con las que según dijo "se vislumbra una mejoría", sin duda a costa de la otra España -la de abajo- que no sólo no mejora, sino que está y
estará
peor.
Pero aún no pasaron 24h. cuando Bárcenas por un lado, y Bruselas
por otro, dejaron a Rajoy, como se dice vulgarmente "con el culo al
aire". El primero, porque se filtró a la prensa que tanto él como el anterior tesorero
del PP, Alvaro Lapuerta, habían
tenido la delicadeza de presentar ante notario una hermosa cuenta. En ella "figuran con detalle" los nombres de los donantes y los perceptores de fondos, según se recoge en el informe de la Udef entregado al juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz..
El segundo, porque Bruselas
acaba de dejar en entredicho, tanto las cifras y previsiones que Rajoy pronunciaba horas antes.
Mientras
tanto, al principal partido de la oposición, que sigue cargado con la pesada mochila de su pasado, se
le sumó la
impertinente, inesperada, inorgánica y desoganizativa solicitud de "abdicación del Rey", por parte del
líder de los socialistas catalanes
Pere Navarro. Solicitud que, aseguran, puso fuera
de sí a
Rubalcaba profiriendo gritos e insultos contra él, poco antes de su intervención en el Congreso, .
Con tal estado de ánimo, sumado a una total falta de garra, Rubalcaba soltó
desde la tribuna de oradores un deshilvanado popurrí hacia el presidente de reproches sobre parados, golferías
barcenianas, falta de credibilidad, incumplimientos de programa, recortes y privatizaciones, ante lo cual, Rajoy ni siquiera le dedicó un cruce de mirada.
Por lo
demás, nada. Ni
un síntoma
de esperanza, ni un atisbo de optimismo por parte de ninguno de los intervinientes, salvo el mejor
entretenimiento que siempre ofrecen los partidos "estrafalarios", según la definición que da Rajoy a los partidos
con menos representación.
En
definitiva, si algo ha demostrado el debate sobre el estado de la nación, es que no hay un jefe de
Gobierno creíble
-pues difícilmente
lo puede ser aquel que está "cogido por los sobres" de un sinvergüenza-, pero que tampoco hay un líder de la oposición como alternativa. Por no
haber no hay ni siquiera un partido "serio" de oposición. Pues el PSOE está en niveles tan bajos de
aceptación, que
necesita una regeneración completa de personas que no estén contaminadas por la etapa
anterior y, sobre todo, de ideas. El PSOE necesita, junto con un nuevo e inmaculado líder, saber definitivamente
"qué
quiere ser de mayor"; reengancharse con la sociedad sin ambages y con ideas
claras e ilusionantes. No es de recibo
que ni siquiera en lo relativo al tipo de Estado -léase Cataluña-, no tengan una idea fija de lo que quieren.
Lo comentado sobre ambas formaciones, es corroborado con la sangría de votos que están sufriendo la una y la otra. No
dudo mucho que, de seguir así, dentro de poco, ambos sumen menos de la mitad de los
votos.
Que no
haya un gobierno creíble entra dentro de la lógica política; lo que ya escapa de lesa lógica desarrollada hasta ahora, es que tampoco haya
una alternativa en la oposición a ese gobierno. Esa circunstancia no ha
ocurrido jamás en
la historia de la democracia. ¿Asistimos a la pérdida del bipartidismo como mutua alternativa de gobierno?
Ya veremos. Pero lo que es evidente es que algo está cambiando por la
incompetencia de ambos partidos, no sólo para dar otras alternativas a la crisis que no pasen por hacer que la
paguen siempre los mismos, sino también, y no menos importante, por su incapacidad para acabar con la lacra de
la corrupción. Hago mío un refrán que José Luis Corral aplica al citado debate: "perro no come a perro"
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