Marco Tulio Cicerón (foto macue)
Hoy comienza el primer juicio contra un juez por ordenar la intervención de llamadas telefónicas contra imputados en un caso de corrupción. Normalmente y hasta ahora, cuando un juez se ha podido exceder en sus funciones y ha ordenado "pinchar" teléfonos de forma irregular, dichas escuchas se han anulado y punto. Jamás un juez ha sido denunciado y enjuiciado por ello.
A Garzón le esperan, no uno, si no tres procesos. Y lo más curioso del caso es que sobre ninguno de ellos pesa acusación alguna de la Fiscalía, es más, ésta pide la libre absolución de todos los cargos por no ver indicios de delito. Mientras tanto, al magistrado se le ha negado el pan y la sal para su defensa, como testigos, recusaciones de jueces, e incluso pruebas. Se da también la "coincidencia" de que alguno de los jueces que lo van a juzgar, ha sido asesor de parte y acusador en otro de los casos que se le imputan. Cuando Garzón entre en la sala, verá caras conocidas, compañeros de oficio en su etapa de la Audiencia Nacional: Ignacio Peláez, quien interpuso la querella contra Garzón e Ignacio Choclan, que curiosamente es el abogado de Francisco Correa, principal encausado en la trama "Gürtel".
No hace falta tener demasiado olfato para darse cuenta que algo huele fatal en este asunto. Garzón ha sido un juez controvertido por crear un estilo de entender y aplicar la justicia en una institución bastante inmovilista, pero es innegable que ha perseguido la corrupción, el narcotráfico y el terrorismo de GAL y ETA con eficacia. Los resultados están a la vista.
No cabe duda que el acoso a Garzón es ideológico, desde su decisión de querer investigar "el monotema intocable" en España: los crímenes del franquismo. Un magistrado que abrió causas contra Pinochet y las dictaduras de Argentina y Chile, que pretendió desaforar a Silvio Berlusconi, que puso en marcha una investigación contra el segundo mayor banco de España (BBVA) por supuestos delitos de blanqueo de dinero, que criticó abiertamente la prisión ilegal de Guantánamo y la guerra de Irak, no podía ya ir mucho más allá. Y si vamos a lo grotesco, a Garzón se le recusa en éste caso por supuestas irregularidades procesales, y se le piden 20 años de inhabilitación, en un país donde vemos jueces de lo más variopinto que hacen declaraciones sexistas o xenófobas y que fustigan a funcionarios/as a su cargo, resolviendo "la falta" con una multa de 3000 euros; o donde un juez que fue nombrado por Arias Navarro Gobernador Civil de Almería, se coloca en el Constitucional a instancias del PP. Algo huele mal. No es de extrañar que Cicerón mire para otro lado.
100% de acuerdo.
ResponderEliminarEl juicio a Garzón es un esperpento y una sinrazón. Una auténtica vergüenza nacional. ¿Quien dijo que la transición estaba consumada?
Saludos libertarios!!!
http://15mikel.blogspot.com/
"No cabe duda que el acoso a Garzón es ideológico": la frase clave. Nos encontramos ante uno de los peores asaltos a la democracia desde que se instauró en este país. El caso no tiene ni pies ni cabeza, pero todo indica -debido a los datos que acertadamente has expuesto- que Garzón lo tiene crudo. Como muestra, otro botón: si se encausa a Garzón por las escuchas, ¿por qué no al juez que continuó el caso, que las ratificó?. Realmente, algo huele a podrido en la judicatura española. De todas formas, algo positivo puede sacarse de todo este cúmulo de desporopósitos: el caso acabará en el Tribunal de Estrasburgo y allí, donde las herencias tardofranquistas no tienen mano, a los jueces españoles que van a condenar a Garzón les van a desnudar todas las vergüenzas. Y lo que me voy a reir.
ResponderEliminarSaludos Replicantes.