Andan los cabezas de lista de los mayoritarios del bipartidismo enzarzados en una campaña a la que le quedan escasos catorce días. Corriendo como pollos sin cabeza, intentan ofrecer las dosis de confianza que el votante -indeciso o no- necesita, para que su decisión-indecisión se convierta en voto.
Cuando yo era un renacuajo "La Confianza" era una tienda de paños y sastrería sita en la desaparecida calle de Cerdán donde la gente con recursos iba a hacerse el traje porque el establecimiento aseguraba que si no quedabas satisfecho, el paño se retocaba hasta que el cliente era complacido. "La Confianza" ya no existe, la cerraron hace muchos años. Los nuevos tiempos y la vorágine de los grandes almacenes acabaron con ella. Confianza es lo que intentan demostrar los líderes, pero esta no es una campaña al uso. Está cubierta de dramatismo pues el mundo que hemos conocido hasta ahora se despeña por el acantilado de la incertidumbre y la oscuridad que nos visualiza el futuro. Y que se sepa, nunca nadie ha sabido remediar lo irremediable. Los líderes de los principales partidos tienen la garganta ahogada, presionada por la indefinición que mana de sus propias inseguridades no solo por no saber qué hacer en este momento, si no también ante lo que se les viene encima. Quieren ofrecer una confianza que ellos no tienen ya que están condicionados por un mundo dominado por la plutocracia. Y eso no solo te da inseguridad como político, si no que además no se puede explicar al ciudadano. Saben, que gobierne el uno o el contrario, estarán abocados a aplicar lo que su señor y dios mercado les exija, que no será otra cosa que: más sangre, sudor y lágrimas para los de siempre hasta que el sistema decaiga después de succionarnos hasta la última gota. Sus partidos -sin olvidar los de corte nacionalista- son partidos que ya han gobernado y sabemos como lo hacen: sin discutir lo que los mercados exigen por encima de todo, para persistir en su razón de ser. Pero aquí pasa como en algunas enfermedades incurables, se puede alargar la agonía al paciente pero la realidad es obstinada. Por ello intentan seducir a la masa municipal y espesa sin hacer mucho ruido, disimulando su desorientación en una campaña que están obligados a llevar a cabo, pero que a ninguno de ellos le hace puñetera gracia tener que hacerla. Haber gobernado y salir a las tribunas en los tiempos que corren es sinónimo de que se les vean las vergüenzas, queriendo tapar las desvergüenzas. Ninguno sabe si el "dios del trueno económico" aplacará su cólera y nos dejará tranquilos después del fuerte temporal, o, por el contrario, nos enviará -ya definitivamente y sin remedio- a la madre de todas las tormentas para arrasar con todo.
Las gentes se aferran a la posibilidad de recibir del "líder" un mensaje de esperanza, de confianza, que les permita pensar que se puede salir de la pesadilla y que todo volverá a ser como antes. Los líderes, por su parte, quieren transmitirla. Pero la "confianza", como la tienda de mi niñez, está cerrada. La cerró el propio sistema.
Hace unas semanas charlaba con un colega amigo que una herencia indiana lo trasladó de currela en una cadena de coches a señorito con ático en la Castellana. Curiosamente, recordaba La Confianza como esa tienda en la que sus padres reparaban trajes y vestidos y que cuando la necesidad obligaba para un evento el crédito y la nueva vestimenta sellaba el pago con un apretón de manos.
ResponderEliminarTienes razón Manu, el pacto de caballeros se lo ha cargado el sistema y esto no ha hecho mas que empezar. Un saludo
Cierto, cerrada la confianza por defunción. Esperemos que, por lo menos, la crisis actual sirva para que entender que si queremos confiar en el futuro debemos construirlo nosotros. Los bancos y especuladores tienen mucho poder, pero es el que le damos -inconscientemente- nosotros. Porque somos nosotros, cuando depositamos nuestros ahorros en el banco, los que depositamos también nuestra confianza. Lo que han hecho con ella es pisotearla, así que es hora de retirarla. Si todos renunciáramos a pedir prestamos, el poder que saca el sistema de nuestro dinero, esto es, de nuestro esfuerzo y trabajo, desaparecería, y estariamos en condiciones de generar un sistema más fiable. Por desgracia, la gente sólo se preocupa de que bajen el precio de los pisos para volver a endeudarse con el demonio. Mundo...
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