Günter Graas ha hablado. Alto, claro, conciso. Ha hablado sobre lo prohibido: Israel, o mejor dicho, de las consecuencias de su política. Ha puesto en poesía la letra precisa y desahogada para decir lo que nadie dice y debería haber dicho. Lo escribe en poesía recia, alemana, de serias dificultades para traducir la lírica que obliga a cada idioma a encontrar su equivalente. Pero a Grass le interesa el fondo, el concepto, la denuncia. Lo hace en estrecha columna, con principio y final infinito. Como los muros que pretenden separar a las gentes, a lo justo de lo injusto, a la barbarie de la razón, a la guerra de la paz, al silencio de la palabra, a la denuncia de la aceptación sumisa y cobarde... Y ha dicho que Israel, o concretamente el gobierno de Netanyahu, con la ayuda de EEUU y de su país natal Alemania, está al borde de desencadenar una guerra contra Irán -del que no se ha demostrado que tenga armas nucleares-. Günter es consciente de que será acusado de antisemitismo, máxime teniendo en cuenta que es alemán. Pero el escritor quiere descargar su conciencia, como lo hizo cuando descubrió que estuvo tres meses en la Waffen SS donde fue reclutado obligatoriamente y siendo menor de edad. Grass no tiene nada que perder, ni que ganar a estas alturas de su vida, pues lo hace con su última tinta. Y habla para decir lo que nadie ha dicho: que Israel no debe tener patente de corso ni para hacer lo que está haciendo con Palestina desoyendo las resoluciones de la ONU, ni mucho menos para amenazar a Irán con sus armas nucleares, con el altísimo riesgo de conflicto nuclear que conlleva. El Israel de Netanyahu debe dejar de ser el estado al que se le consiente todo, mientras pone en riesgo la seguridad mundial. Pero Grass tampoco se olvida de Alemania, que para lavar sus ya viejos problemas de conciencia, recurre siempre al fácil y cómodo apoyo incondicional hacia Israel.
Todo eso ha denunciado Günter Grass, al que recordarán con insistencia su paso por la Waffen-SS, olvidando interesadamente su extraordinaria obra y su enorme contribución social y política que le ha llevado a ser merecedor de un premio Nobel y de un Principe de Asturias de las letras. Será señalado hasta el final de sus días con el dedo acusador de la moderna, santa y mediática inquisición periodística, que solo atiende a los intereses que defiende. Otros lo recordaremos como el que dijo lo que debía ser dicho.
El gobierno israelí no perdonará a Grass su afrenta y lo pasará, definitivamente, a su particular gulag de los malditos. Al de aquellos que osaron decir lo que hace tiempo había que decir.
Aquí les dejamos su letal denuncia:
Lo que debe ser dicho
Es el pretendido derecho al primer golpe, el cual debe borrar al pueblo iraní sometido y manejado como comparsa que celebra a un héroe bocón, porque en su ambiente se supone la construcción de una bomba atómica.
¿Pero por qué me prohíbo nombrar por su nombre a aquel otro país, en el cual desde hace años –aunque se mantenga en secreto- se dispone de un creciente potencial nuclear aunque sin control, porque no hay acceso a ninguna inspección?
El silencio general de ese hecho, al cual se ha subordinado mi silencio, lo siento como una mentira y una coacción agravatoria. Una sanción aparece como probable, tan pronto como él es ignorado; el veredicto “antisemitismo” es lo corriente.
Ahora, sin embargo, hablo, porque desde mi país, desde el cual crímenes propios, que son incomparables y que de vez en cuando son vueltos a traer y a pedir explicaciones, nuevamente y sólo por negocio, aunque con un discurso rápido es declarado como una reparación de daños, un nuevo submarino es enviado a Israel con la capacidad para guiar cabezales explosivos que todo lo exterminan, allí donde no se ha demostrado la existencia de ni una sola bomba atómica, pero donde el temor es tomado como demostración suficiente, digo yo, lo que debe ser dicho
Ahora, sin embargo, hablo, porque desde mi país, desde el cual crímenes propios, que son incomparables y que de vez en cuando son vueltos a traer y a pedir explicaciones, nuevamente y sólo por razones de negocio, aunque con un discurso rápidamente es declarado como una reparación de daños, un nuevo submarino es enviado a Israel, con la capacidad para guiar cabezales explosivos que lo exterminan todo, allí donde no se ha demostrado la existencia de ni una sola bomba atómica, pero donde el temor es tomado como demostración suficiente, digo yo, lo que debe ser dicho
¿Pero por qué callé todo este tiempo? Porque era de la opinión que mi procedencia, que está marcada por una mácula que jamás se borrará, prohíbe atribuir ese hecho como una verdad al país Israel, al cual estoy y quiero permanecer unido.
Por qué digo recién ahora, ya viejo y con mi última tinta: La potencia atómica Israel hace peligrar la ya frágil paz mundial. Porque debe ser dicho, lo que mañana podría ser demasiado tarde; también porque nosotros – como alemanes suficientemente incriminados- podríamos ser proveedores de un crimen, que es previsible, con lo cual nuestra responsabilidad con ningún argumento se podría expiar.
Y aceptémoslo: no callo más, porque estoy harto de la hipocresía de occidente; fuera de eso es de esperar, que muchos salgan del silencio, y exijan al causante del peligro evidente a que renuncie a la violencia y que al mismo tiempo exijan, que se controle en forma permanente y sin obstáculos el potencial atómico israelí y las instalaciones atómicas iraníes por una instancia internacional y que esta sea permitida por los gobiernos de ambos países.
Solamente así, se puede ayudar a todos, a los israelíes y palestinos, más aún, a todos los seres humanos, que viven enemistados en esa región ocupada por la locura y finalmente también a nosotros.
la INERCIA POLITICO-MILITAR (sic)conduce de manera inexorable a la conflagración bélica
ResponderEliminaren el Mediterraneo Oriental.Pesan mas las piedras gordas.
¡Así somos!
Con brazos abiertos y puños prietos,¡bien!,como crucificada, la gente de buena voluntad, asiste
al final de la novela terrorífica que está teatralizando OCCIDENTE.
Esto es lo que hay.
Estimado Juanmoncayo,
ResponderEliminarcontemplaremos ese final con una buena botella de Rivera del Duero -si podemos esconderle a la Merkel algo de "sisa" de la deuda soberana de "otros" para comprala- subidos a la atalaya piramidal de la caverna. Pero no sin antes "morir matando con la palabra".
Como decía Arquílaco: "nada curo llorando y nada empeoraré si gozo de la alegría" Pero siempre, y ante todo, hacer como Günter Grass: poetizar el silencio de otros.
Ante todo ¡valor y justicia!
Un fraternal abrazo