Hoy he visto y escuchado a Iñaki Gabilondo en "Charlas con valor", con Mari Cruz Soriano de anfitriona. Un Iñaki cercano, siempre elegante y respetuoso, sin excrecencias que traspasen los límites de lo correcto y que, desde su dilatada experiencia como periodista analítico y observador, nos insinúa lo que entiende como las claves de la supervivencia para estos tiempos en los que vivimos de convulsión, desatino y cambio hacia no se sabe qué. Son claves que nada tienen que ver con lo que desde otros ámbitos de poder e influencia en nuestras vidas se empeñan en que veamos. Yo diría que son incluso la antítesis de éstas. Y para presentarnos la importante simpleza de esas claves, Iñaki rememora su infancia, su familia, su padre y, sobre todo, a su madre, retrotrayéndonos a conceptos que, de tan elementales, se olvidan. Y elige su entorno familiar para que los presentes, sobre todo los más maduros, echemos la vista atrás y reflexionemos desde nuestros naturales y particulares entornos, desde nuestras genuinas vivencias y sacrificios, para retomar esas viejas y elementales reglas de convivencia y cabalgar con ellas a lomos de "lo que está pasando", no como idea de "lo que ocurre", sino como elemento de "transito". Pues "lo que ocurre" es que de golpe todo se ha vuelto obsoleto, revisable y reconstruible; como si las pilas de los diferentes resortes del sistema se estuvieran agotando al unísono: la Constitución, la monarquía, los partidos, la justicia, los sindicatos, el sistema autonómico, la prensa.... todo parece que se va descosiendo como un traje que nos hicimos hace tiempo, resquebrajándose por todas las costuras a la vez, para dejarnos, de nuevo, con las carnes y las vergüenzas al aire, desconcertados y esperando, como diría Béquer, esa mano de nieve que nos arranque una nota del arpa de nuestra turbación, para que todo pase y se arregle por sí solo, para que "todo vuelva a ser como antes", mientras aparece la "luz al final del túnel". Pero al final del túnel no se sale al mismo sitio desde donde se entra, sino a otro lugar diferente. Y ya nada será como antes. Y nosotros tampoco seremos lo que fuimos, porque lo que fue, ya fue, y ya no vuelve a su estado pretérito.
¿Cómo será el futuro, de qué manera? Me preguntas mientras clavas en mi pupila tu pupila azul. Quien sabe. Nadie lo sabe. Pero parte del futuro eres tu. Y mientras tanto ese futuro se da, Iñaki nos sugiere blanda y suavemente en el ánimo, que retomemos o practiquemos aquellos valores humanos más elementales y tan en desuso, porque nos los han hecho olvidar arrancándonoslos de nuestro ADN colectivo, como la honestidad, la honradez, la decencia, el respeto, la tolerancia, el esfuerzo, la empatía, la sinceridad, descubrir al otro, mirar a nuestro alrededor y ver que no estamos solos, que hay más gente como nosotros en ese ascensor de subida y bajada, haciendo así más llevadero y humano ese tránsito hacia "lo que sea", hacia "lo que tenga que ser"; pues sólo de esa manera nos ayudaremos a nosotros mismos mientras tomamos el camino más correcto, de la forma más adecuada. Sólo así podremos tomar la mejor senda para caminar en la dirección que tengamos que caminar y alcanzar la meta que tengamos que alcanzar.
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