Mientras media España se
solazaba haciendo chistes sobre la relaxing cup of café con leche por la
que hemos pagado millones al típico gurújeta de la comunicación, el
Gobierno ha aprobado discretamente, como le gusta, su anteproyecto para
la enésima reforma de las pensiones. Mientras Artur Mas y Mariano Rajoy
nos hacían el teatrillo de las ofensas y las cartitas como si España
fuera un capítulo de La Regenta, sin apenas ruido y sin que nos lo
contaran mucho, el ejecutivo ha metido el turbo para acabar con el
sistema público de pensiones.
No
le llamen reforma, llámenle timo. Es el timo de la estampita. Nosotros
entregamos cotizaciones y dinero de verdad y ellos nos devuelven
estampitas haciéndose los tontos. Todo cuanto nos han contado todos los
gobiernos hasta ahora sobre las pensiones o era solo media verdad, o
estaba manipulado, o era mentira. Una detrás de otra.
Nuestro gasto en pensiones no se ha disparado. Continúa por debajo del
11% del PIB. Ahí sigue desde los años noventa, tres puntos por debajo de
la media de la UE-15. En las peores previsiones del Gobierno, el gasto
llegará al 14% del PIB en 2050. Un porcentaje inferior a lo que dedican a
pensiones hoy en Italia o Francia y similar al gasto actual alemán. Las
catastróficas proyecciones demográficas eran mentira y son mentira.
Para que se cumplan las previsiones que amparan la reforma, la población
española deberá reducirse en las próximas décadas hasta caer por debajo
de los 41 millones. Solo así se cumplirá la profecía de que los
pensionistas lleguen a sumar un tercio de la población total.
Más mentiras. Dice el Gobierno que no ha atendido las recomendaciones
de aquel chiripitifláutico Comité de Expertos, creado para convertir en
política pública los objetivos del sector asegurador y la banca. Falso.
Las atiende al pie de la letra en lo esencial. La reforma entrará en
vigor antes de lo previsto, en 2019, y se han introducido no uno, sino
dos factores de corrección al desvincular las pensiones del IPC y
ponderarlas con un factor de sostenibilidad donde quien viva más,
cobrará menos.
Cuando este
Gobierno tomó posesión, la hucha de las pensiones guardaba 80.000
millones de euros. Hoy conserva menos de sesenta mil millones y el
demoledor impacto de la reforma laboral ha acelerado el déficit de la
Seguridad Social. Un pensionista de hoy no sabe cuánto cobrará pasado
mañana, ni cuánto habrá de pagar. Un pensionista de mañana, tampoco, ni
siquiera sabe si cobrará.
Se lo
pueden decir más alto pero no más claro. Ábrase un plan de pensiones
privado porque vamos a destrozar y liquidar el sistema público. Estamos
hablando de un negocio de 15 mil millones de euros anuales. Usted y yo
le llamamos pensiones, pero el Gobierno, la banca y los seguros le
llaman capital.
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